11 de marzo de 2010

Para vivir felices para siempre

Mi cita de la semana:


"Mira, si tú lo que quieres es un príncipe azul, ¿por qué carajo no te
conviertes en la princesa
? "

No hace falta decir que esas palabras son una cachetada para muchas mujeres. Quiero decir: las generaciones entre los 80 y los 90 crecimos con el modelo Disney. Y las generaciones anteriores crecieron con el modelo de Orgullo y prejuicio, and so on... El punto es que vendrá un hombre maravilloso e irresistible que arrasará con el tedio y problemática de nuestro día a día y nos pintará el mundo de colores for years to come. - O eso es lo que soñamos desde niñas-

Hemos escuchado también por años a nuestras madres decirnos "búsquese un hombre que la respete". Sustituyan ese la respete por la ame, quiera, consienta... Un hombre le pague todo, la busque al infierno, sea fiel, le gusten los niños, sea trabajador (o muy exitoso), que sea de casa, de buena familia, coma de todo, sea divertido, sea detallista hasta los 80 años... y pare de contar. Todo eso nos lo han inculcado. Y OJO, no es pecado de las madres querer educar a sus hijas contra la idea de vivir con un patán.
Pero ¡coño! (disculpen la palabra) También nos decían siempre que una sólo siendo correcta y bella y dulce se iba a encontrar un novio, ¡y eso no nos lo creímos! ¡Hay que meterle un paro a la idea anterior también!

Es verdad lo que dijo mi alumna (a quien cité). Yo agrego: una no puede andar por la vida con sus defectos volando alrededor de sí como moscas y pretender que llegue un hombre hermoso dispuesto a tragarse y calarse el mosquero con una sonrisa permanente y un "te amo" constante. ¡Y va más allá! Va más allá de un no arreglarse, déjenme decirles.
Hay que decirle a nuestras amigas, y a nosotras mismas, que esto no es conformismo, es una falta de mejora de sí (nosotras) mismas. Que existen hombres magníficos, -y como todos, tienen defectos- y que no podemos reclamar ni siquiera eso si nosotras no empezamos por ver que no somos princesas.

Discúlpeme quien se sienta insultada, pero creo que tenemos diferencias básicas -y obvias- con las Disney.
Una princesita ni con reggaetón y alcohol busca que aquél carajo lindo que mira desde la esquina se le pegue.
Una princesita no tiene peos existenciales que requieran algo distinto de magia para resolver.
... Ni es cuaima. ¿O acaso luego del final de la historia Bella le dijo a Bestia dulcemente que despidiera al personal femenino del castillo, para su comodidad? (por no decir un "me las vas sacando de aquí")
... Ni pega cachos.
... Ni bebe hasta vomitar junto con el novio, ni va por ahí hablando de "mamahuevos" que conoció antes, ni se queja eternamente y en voz alta de toooooooooooodo lo chimbo/horrible que le acontece a su pobre vida. Ni es depresiva, ni tiene archienemigas a quien disfrute ver jodidas, -por no decir joder-...

Mujer: deja de pedir a hombres príncipes Disney si tú en esa escala definitivamente no eres Cenicienta. Hace tiempo que las mujeres dejamos de actuar como princesas, y ¡al carajo!, no hay que hacerlo. Ya no creo que lo volvamos a hacer. Pero entonces aceptemos ciertas consecuencias.

En fin: sí. Hay que querer un buen carajo a su lado. Pero coye, no le pidas que se cale tus moscas con una sonrisa por siempre jamás.
(Sé una caraja bien tú primero)

Cheers ;)

5 comentarios:

  1. Eso. Eso mismo es no jooooda.

    Asi deberian empezar a pensar todas. Y todos.

    Excelente manifiesto. Propongo que se convierta en correo en masa, para las masas! A ver si llega a algun lado.

    Cheers!

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  2. Welcome to your life...there is no turning back...

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  3. Jajajaja! me encanta, qué bueno :) Así es amiga, no podemos esperar a un príncipe azul, pero tampoco debemos settle por un mamarracho, y hay que rescatar un poco nuestra feminidad sin cambiar la esencia de quienes somos.

    Un beso!
    Ani

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  4. Bueno Mario, twitealo si quieres, qué sé yo, jaja parece que tienes alguna indirecta pendiente por enviar... Que no sé si sea "there's no turning back" como dice Dinobat, pero que en definitiva sigue la idea de Ani de rescatar la feminidad (yo agrego, de paso, la confianza en la mujer -por no decir el feminismo, sería demasiado general-). Hay que ponernos los pantalones todos y darle un vuelco a esta situación de "plebeyos" rogando por príncipes

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