Hoy, por primera vez, tuve un paro mental.
¿Que no lo puedes creer?
¿Que lo viste venir?
¿Dónde quedó eso de que "guerra avisada no mata soldado"?
La gente con la que me rodeo últimamente insiste en decirme que no debo maldecir tanto, o de hecho, que no debo maldecir y punto. Hoy, impresionantemente, no pienso en maldecir a nadie. Ni a los que votaron por el SI, ni a los pobre oligofrénicos que votaron NULO (sigo sin entender cómo demonios podían votar nulo), ni a la oposición y a su estúpidamente débil campaña (ideológicamente hablando).
¿Saben por qué no voy a maldecir? Porque ya me di cuenta de que estamos malditos. Divinamente malditos, porque estoy segura de que de estar metido TÚ en ésto (¡sí, tú! Alá, Yahvé, Jesús o como prefieras) pues estás del lado opuesto del subibaja. Y te estás riendo, con dolor, pero te estás riendo de nuestra impotencia para equilibrar el juguete.
En éstas últimas dos horas he comprendido a cabalidad la magnitud de dos conceptos base:
1- Trueque: cambiar (obsérvese, no vender) la libertad de tu país y cualquier rastro de ética en tu cuerpo, por una nevera/cocina/moto/pequeña suma de dinero y quizá, para validar más el hecho, una semana de vacaciones imprevistas.
2- Vendepatria: relacionado con la definición anterior de trueque, el vendepatria es un individuo que olvida su pertenencia más-que-física/étnica a una nación. Entiéndase nación como conjunto de individuos con quienes compartes tierra, costumbres e historia. El vendepatria olvida también, a cambio de cierto precio, la existencia inevitable de un
futuro conformado por consecuencias, y aquéllo del efecto mariposa, y la innegable influencia del (muy lamentable) hecho de que exista en este mundo sobre otros individuos en el globo.
Aún no está aprobado por la Real Academia, pero encontré por Venepedia que "vendepatria" es un individuo al que, en este momento, quiero matar haciéndolo beber cloro.
Claro, después de tantos posts sobre esperanza, no voy a cerrar todas las ventanas de la cámara de combustión humana en que becerramente entramos. Que Hugo se re-postule no necesariamente significa (a estas alturas, al menos) que sea
de hecho reelecto.
Pero la voz de Tibisay Lucena y mi mente pegada (tal cual Windows Vista) ante la visión de gente abrazándose en celebración sentida de la victoria del SÍ me acechan si cierro los ojos.
¿No puede ser? Tengo dos voces en mi cabeza: una que repite ésta pregunta, o la recita como negación, y otra que le dice "ah, ¿no?". Voy a poner aquí una conversación bastante
cliché pero interesante en que acabo de meterme, simplemente porque ASÍ ESTAMOS DE CONFUNDIDOS los que sí queremos hacer algo por este país. Por favor, alguien con un fósforo que venga y nos prenda la antorcha de estas catacumbas.
Se amplía con un click. Saludos, y agarren sus asientos, cotufas y accesorios, porque mañana empieza el show.