(cosas
inesperadas)
Anoche se marchitaron las flores. Justo luego de que les agradeciera profundamente estar allí, estar tan bellas.
Los pétalos amanecieron regados sobre el mantel, y los tallos doblados aún verdes parecían querer lanzarse fuera del florero enorme, como esos peces que saltan fuera de la pecera y se asfixian.
Ojalá hubieran amanecido hermosas como amanecieron ayer.
'Ojalá', qué inútil esa palabra para los tiempos pasados. Ya nada se puede hacer, sino por el presente y futuro, aunque desgraciadamente ahorita vuelva a no saber qué es lo que pinta ese futuro. ¿Es acaso un buen paso para empezar, el saber lo que no quieres?
¡Ay! Yo no quiero perder más nunca mi confianza.
Tengo una fe enorme, sí, y es mucho, mucho lo que esa fe hace por mí, pero necesito algo más: Necesito compartirla con alguien. Alguien que me ponga nuevas flores en mi cuarto cuando yo esté triste por las marchitas.
Ah, flores, ¡eran tantas y las quería tanto!