A veces, sólo se necesita una pequeña dosis del virus para resolverlo todo.
La mía vino auspiciada por mi memoria rara y selectiva.
Me lo encotré cerca de la escalera, cuando iba yo saliendo de clase y él hacia la suya. Tenía una cara terrible, como que hubiera venido en bus desde Puerto Ordaz con un señor obeso en el asiento contiguo. Apenas nos conocíamos, pero me dio cosa porque él no es así de apagado. Me saludó él primero:
* Hola
- ¡Hola! ¿Todo bien?
* Sí... bueno, no.
- Ah... sorry
Besos en las mejillas para saludar. Yo seguí, él siguió. Me volteé:
- ¿Hay algo con lo que pueda ayudarte?
* No creo. Tengo que tomar una decisión y no sé qué hacer. No dormí bien (sonrisa falsa tipo Joey en Dawson's Creek)Se volteó. Dudé. Lo llamé casi desde las escaleras:
- ¡Carlos! Uno siempre sabe cuál opción quiere. En el fondo, siempre sabes.
Me miró. Dudó.
*Gracias
- Nos vemos. Suerte.
Nos fuimos.
Ese pequeño consejo abrió entonces la primera puerta para un noviazgo maravilloso de 2 años.
¡Adiós, dudas! :)
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