7 de febrero de 2012

La profesora vs. la alumna


Del lado del pizarrón, todos los sentimientos son distintos.
Desde allí se los ve cuando chequean el celular, se da uno cuenta de ese alumno que está ocupándose en algo completamente distinto, del que está perdido, del que ya quiere correr a hacerte la próxima pregunta, y del que tiene pena de preguntar.
Uno les ve sus caras de cansancio (coye, son las 8 de la noche y no han parado en su casa desde la mañana) y le provoca hacerlos reír. A veces ve con gusto sus caras de interés, sabe que los despertó, que ahora sí los tiene en sus manos... y tiene que dividirse el cerebro en dos para seguir con la clase e ir pensando en cómo mantenerlos ahí por el tiempo que quede. Y eso se disfruta, al menos yo lo he disfrutado estos 3 años.
Del lado del pizarrón, uno se emociona, se enerva, se desvive, se alegra, se aprende de paciencia, de sonrisas y de tonos adecuados.
Intentando todo el tiempo hacerlos enamorar de una idea, se enamora uno mismo de ella... y sin darse cuenta, cae en el cambio, ese cambio al que te llevan todos los amores. Y te pones feliz.

Image obtenue du blog www.100drine.be
Una vez que has estado allí, junto al pizarrón por el tiempo suficiente, se vuelve extraño cambiar de sitio: volver a los pupitres, a ser visto revisando el celular, ocupándote de algo completamente distinto, a estar perdido, a querer adelantarte a la próxima pregunta, a tener pena de preguntar.
Se enfrentan la profesora y la alumna. Te provoca ser el alumno soñado. Pero estás cansado, son las 8 de la mañana y te dormiste a las 2, terminaste con tu novio, tu amiga te dijo que se casa, tienes un pariente enfermo, no has desayunado, se te ocurrió una idea de negocio, estás ansioso(a) por ir a lanzarte en los brazos de tu novia(o), o por continuar ese libro que ayer dejaste en la mejor parte... Del lado de los pupitres sólo importa realmente el lado de los pupitres.

Lo raro es que te toque -como a mí ahora- ocupar un lado u otro según el día y la hora. Llevar dos mundos que aún no logro integrar. Y adorar locamente ese que, desde hace tres años, me exprime la cabeza a punta de preguntas aleatorias y me deja las manos manchadas de tinta.

Esto de ser alumna es lo que toca. Es lo que elegí, y lo que me hace falta pa' echar bases.
Y esto de ser profe... es lo máximo. Es lo que me cayó encima, lo que he llegado a necesitar, y lo que me ha dado más sonrisas inesperadas. Del lado del pizarrón, ¡las mismas cosas se sienten TAN distintas! (y tanto mejores)

Cuando me dicen Bachiller Alfonzo, me siento orgullosa y comprometida. Pero cuando -de vez en cuando- me dicen professeur, se me hace el día. Si nunca han dado clases de algo que verdad les guste, inténtenlo. Apuesto todo a que se llevarán una muy buena sorpresa.

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