4 de febrero de 2012

Mi juego favorito



Cuando estaba pequeña jugaba muchísimo con mi hermanita a Las Amigas. Fue un juego que inventamos entre las dos, en el que jugábamos muy seriamente a ser grandes. 
Nuestros alter egos tenían otro nombre, teníamos ambas 22 años y trabajábamos cada una en un trabajo distinto. Entiéndase por trabajo: sitio donde los adultos van y hacen "algo ocupado" -así decíamos- hasta la tarde y ganan dinero. Teníamos los mejores looks imaginados, le robábamos peinetas, collares y maquillaje a mi mamá, y caminábamos en puntillas porque nuestros alter egos adoraban los tacones.
Vivíamos solas, o a veces juntas. Ninguna tenía carro, pero alguna otra amiga nos podía haber prestado el suyo. Tampoco novio, aunque sí nos podía gustar alguien de vez en cuando.

Jugábamos sólo cuando estábamos solas en la casa (solas no: abuela china -la sra de servicio que nos cuidaba- estaba en su cuarto y nos chequeaba de a ratos.) porque estaba out of question que mi madre nos viera espaturrándonos sus labiales en las mejillas (en ese entonces no sabíamos del blush) o nos escucharan hablar las locuras que hablábamos. No, no había espacio para adultos reales en nuestro juego. Sólo nosotras.

El mundo se extendía a lo largo y ancho de nuestro pequeño apartamento... podíamos viajar unos días con solo desaparecer tras la puerta de un cuarto e irnos a otro donde no estuviera la otra. Una podía desmayarse como las tipas de la novelas, y así ir al médico, donde la otra la curaba con su maletín de medicina Fisher Price y la cuidaba. Nos preguntábamos la hora con aire de preocupación, y la leíamos de una tira de papel enrollada alrededor de la muñeca. Decíamos que trabajábamos mucho y por eso nos podíamos dar todos los gustos de viaje, cafés y ropa que nos provocara. No sabíamos nada de marcas, ni de geografía, ni nos ha gustado nunca el café (aún ahora solo me gusta un buen Mokaccino) pero ¡qué divertido era vestirse lindo, ser hermosas, salir a contarnos la vida y viajar!

Las Amigas era nuestro juego favorito, al menos hasta los 7 años cuando ya Sofi entró también al colegio, empezamos el ballet, tuvimos (televisión por) cable y tuvimos más barbies con las que maquillamos la  transición entre "ya no más Las Amigas porque ya estamos muy grandes" y "hoy vienen mis amigas del colegio."
Ya en el 2011 Sofi pasó los 22. Y yo no dejo de verla y recordar ese juego. Aún no tenemos profesión ni apartamento propio, pero trabajamos pa eso. Y tenemos todas esas otras cosas a las que jugábamos. Nunca he jugado algo que supere la diversión de ese juego. Era tan divertido como lo es hoy jugar cartas juntas o sentarnos a chismear locuras de otra gente. Y cuando pienso en esto, la niña dentro de mí se siente contenta y capaz... de algún modo siento que voy logrando mi camino. Claro que se sumaron sueños con los años, pero hey, ¡hay que ver estos 17 años me han rendido frutos!... ¿Quién habría dicho que tanto tiempo después, nos íbamos a convertir en los personajes de mi juego favorito?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Este post acepta piropos, críticas, cuentos borrachos, carticas de amor... en fin, deje usted lo que quiera. Aquí lo disfrutamos

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...